De memorias.

Particularmente, poseo una memoria de esquizofrénica voluntad.
Es de olvidar datos importantes y recordar pequeños errores, subsanados con
vivencias nuevas.
Es de levantarse a las tres de la mañana a tomar un vaso con agua, pero quedarse a charlar con el helecho que mora sobre el microondas.
Es de pedir helado de dulce de leche y vainilla, pero de tirarlo cuando el cono se ablanda.
De tomar el colectivo por dos cuadras.
De exiliarse una y otra vez, y contar desde allá, historia añejas de acá.
Es de comprar globos, para soltarlo en el medio de la plaza.
Es de cruzar las calles con los ojos cerrados y de gritarle guarangadas a las viejas que matean en la vereda.
Es de torear a los milicos y santiguarse en las iglesias.
De tomar vino tres cuarto blanco y recitar poesía.

Esta es mi memoria, que se olvida que tiene que olvidar. Por que en el olvido viven para siempre recuerdos que ya fueron. Y no esta peculiar y táctil sensación de besar una y otra vez los mismos labios. De querer olvidar y no perder la memoria. Y de sentir que uno no ha muerto, sino que mora en memorias ajenas. Y debes en cuando es la memoria quien reconoce su propia imagen en ojos ajenos. Y ahí, se empieza de nuevo. Ahí es cuando empieza a olvidar, ahí es cuando empieza a recordar que hay que olvidar.


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